Lo que hacemos en la vida tiene eco en la eternidad

sábado, 5 de enero de 2013

Yo me felicito por mis errores.




Como seres humanos  somos propensos a cometer errores, errores que en muchas ocasiones dejan huella en la vida de los demás, sin embargo soy del criterio de que no puedo ser crucificado de inmediato sin antes poder enmendarlos. Lastimosamente  las personas que están alrededor de la persona que fue victima del error de otro por su cercanía no ven la otra cara de la moneda y tienden a juzgar o  emitir criterios sin la opción que la otra parte pueda defenderse o bien pueda enmendar lo que hizo, por lo cual crucifican en muchas ocasiones los buenos actos que esa otra persona haya hecho.

Somos seres humanos imperfectos, pero siempre, cuando hay algún error solo pensamos y se nos viene a la mente lo malo que hizo en ese momento esa persona, sin ponernos en los zapatos del otro, o bien en recordar las acciones buenas que si tuvo antes de su error.

Hoy comparto y les escribo algo de lo cual siento que debemos en vez de llorar y sufrir mas bien celebrar y mejorar.

Es inevitable cometer errores, es parte de la vida: por mucho que intentemos evitarlo, los cometeremos.
¡Pero qué bueno es cometerlos!Gracias a nuestra gran capacidad de aprender de los errores podemos ser mejores día a día.
Los errores nos pueden enseñar en qué podemos mejorar y a vivir de forma más sensata. Algo bueno se puede sacar de ello… hagámoslo.

Los errores son fruto de nuestro accionar y son muy comunes en nuestras vidas, así muchas veces les veamos con tintes extraordinarios. Si vas al cine, lo más probable es que vayas a ver una película; si vives, lo más probable es que cometas errores.

Nuestras equivocaciones nos deben ayudar a aprender y a evaluar lo que está funcionando en nosotros y lo que no, por ello, si tenemos una actitud positiva siempre veremos en los errores una oportunidad.

Antes de sentirnos desanimados o fracasados, deberíamos mirar los errores en sus justas dimensiones:

¿Nos equivocamos? Sí, pero de ello podemos aprender a reconocer lo que se está agrietado en nuestro corazón para restaurarle, además de evidenciar nuestras fortalezas para seguirlas cultivando y utilizarlas de forma efectiva. Esto es lo que precisamente diferencia un error de otro: nuestra capacidad de aprender, ¿estás apreciando los regalos que el cielo te da en forma de error? ¿O simplemente te estás quedando paralizado dándote golpes de pecho?

Al errar tenemos dos opciones:mirar sólo lo negativo y sentirnos muy mal, o reparar los daños y aprender de ellos para construir una vida rodeada de una mayor cantidad de flores de sensatez. Si optamos por la segunda opción, hemos de felicitarnos: ¡aprendimos a rescatar lo bueno de nuestras equivocaciones!
Errar no sólo involucra irnos por el camino empedrado y asumir con responsabilidad las consecuencias de nuestras acciones. Errar es también quedarnos quietos, con los brazos cruzados, para no tomar riesgos, es pretender ser perfectos y exigirle mucho a nuestro corazón sin percatarnos de que equivocarse también está permitido. Es decir, vivir atados a un “no errar” también es errar, ya que nos estamos privando de uno de los mayores privilegios que el cielo nos ha dado: el privilegio de vivir.

Y es que tras todo esto se oculta un tirano sentimiento que nos hace detenernos: el miedo. Ese miedo que nos paraliza y nos llena de prejuicios, el mismo que se encarga de limitarnos y llenarnos de vacíos en el pecho.
Pero la idea no es que nos esclavicemos de ello, la idea es que aprendamos a dominar nuestros sentimientos negativos para vencer las limitaciones que nos autoimponemos.
No debes detener tu andar por nada en este mundo, tus pasos siempre te crearán un camino, tu maravilloso camino.

Y en cuanto a errores, solo pueden pasar dos cosas: que te equivoques o que no te equivoques, así que felicítate porque ante cualquiera de estas dos opciones siempre saldrás ganando.

Con afecto.
Andres Guzman 
Consultor.