Como seres humanos somos propensos a cometer errores,
errores que en muchas ocasiones dejan huella en la vida de los demás, sin
embargo soy del criterio de que no puedo ser crucificado de inmediato sin antes
poder enmendarlos. Lastimosamente las
personas que están alrededor de la persona que fue victima del error de otro
por su cercanía no ven la otra cara de la moneda y tienden a juzgar o emitir criterios sin la opción que la
otra parte pueda defenderse o bien pueda enmendar lo que hizo, por lo cual
crucifican en muchas ocasiones los buenos actos que esa otra persona haya hecho.
Somos seres humanos
imperfectos, pero siempre, cuando hay algún error solo pensamos y se nos viene
a la mente lo malo que hizo en ese momento esa persona, sin ponernos en los
zapatos del otro, o bien en recordar las acciones buenas que si tuvo antes de
su error.
Hoy comparto y les escribo
algo de lo cual siento que debemos en vez de llorar y sufrir mas bien celebrar
y mejorar.
Es
inevitable cometer errores, es parte de la vida: por mucho que intentemos
evitarlo, los cometeremos.
¡Pero qué bueno es
cometerlos!Gracias a nuestra gran
capacidad de aprender de los errores podemos ser mejores día a día.
Los errores nos pueden
enseñar en qué podemos mejorar y a vivir de forma más sensata. Algo bueno se
puede sacar de ello… hagámoslo.
Los errores son fruto de
nuestro accionar y son muy comunes en nuestras vidas, así muchas veces les
veamos con tintes extraordinarios. Si
vas al cine, lo más probable es que vayas a ver una película; si
vives, lo más probable es que cometas errores.
Nuestras equivocaciones nos
deben ayudar a aprender y a evaluar lo que está funcionando en nosotros y lo
que no, por ello, si tenemos una
actitud positiva siempre veremos en los errores una oportunidad.
Antes de sentirnos
desanimados o fracasados, deberíamos
mirar los errores en sus justas dimensiones:
¿Nos equivocamos? Sí, pero de ello podemos aprender a reconocer lo que
se está agrietado en nuestro corazón para restaurarle, además de evidenciar
nuestras fortalezas para seguirlas cultivando y utilizarlas de forma efectiva. Esto es lo que precisamente diferencia
un error de otro: nuestra capacidad de aprender, ¿estás apreciando los regalos que el
cielo te da en forma de error? ¿O simplemente te estás quedando paralizado dándote golpes de pecho?
Al errar tenemos dos
opciones:mirar sólo lo negativo
y sentirnos muy mal, o reparar
los daños y aprender de ellos para construir una vida rodeada de una mayor
cantidad de flores de sensatez. Si
optamos por la segunda opción, hemos de felicitarnos: ¡aprendimos a rescatar lo
bueno de nuestras equivocaciones!
Errar no sólo involucra irnos por el camino empedrado y
asumir con responsabilidad las consecuencias de nuestras acciones. Errar es también quedarnos quietos,
con los brazos cruzados, para no tomar riesgos, es pretender ser perfectos y exigirle
mucho a nuestro corazón sin percatarnos de que equivocarse también está
permitido. Es
decir, vivir atados a un “no errar” también es errar, ya que nos estamos privando de
uno de los mayores privilegios que el cielo nos ha dado: el privilegio de vivir.
Y es que tras todo esto
se oculta un tirano sentimiento que nos hace detenernos: el miedo. Ese miedo que nos paraliza y nos llena
de prejuicios, el mismo que se encarga de limitarnos y llenarnos de vacíos en
el pecho.
Pero la idea no es que
nos esclavicemos de ello, la idea es que aprendamos a dominar nuestros
sentimientos negativos para vencer las limitaciones que nos autoimponemos.
No debes detener tu andar
por nada en este mundo, tus pasos
siempre te crearán un camino, tu maravilloso camino.
Y en cuanto a errores, solo
pueden pasar dos cosas: que te equivoques o que no te equivoques, así que
felicítate porque ante cualquiera de estas dos opciones siempre saldrás ganando.
Con afecto.
Andres Guzman
Consultor.